3.6.11

El berrinche me cuesta más a mi que a ella.

Ayer estuve afuera más tiempo del que debería, por lo tanto cuando entré a casa tuve que agilizar mi creatividad para terminar un par de pendientes.
Calenté el agua, preparé el mate y me conecté: con mi trabajo, mis cuentas, mis pendientes, el chat, etc.
Mi hija que venía de un cumpleaños estaba hinchandolaspelotas.com cada 2 segundos.
En un momento fui poseída por el mismisimo "Moño de tasmania" y lancé:
-Estas castigada, subí a tu cuarto Ya!
La pequeña saltamonte en cuestión, pequeña de tamaño pero poderosa de actitud, infló su pechito malevo y me dijo :
-NO quierooooooooooooo, no me importa que vos me digas, no quieroooooooooooo.


AHHHHHHGGGGG era como sentir el mismisimo demonio de tasmania dando remolinos a toda velocidad en una fracción de segundos dentro de mi!!! La miré fijo y le dije: -tenés 5 segundos para subir, y empecé a contar.
A medida que iba contando me fui parando, dentro mío contaba a mil por hora, ya había pasado los 1000.La agarré del brazó mientras gritaba como marrano, diciendo que ella no pensaba ir a su cuarto.
Mis últimas palabras fueron:
-No te estoy preguntando querida, te EStoy DICIENDO que vas a ir a tu cuarto.

La peti es un cascabel, pero cuando le agarra el berrinche madre mía...tiemblan las paredes.
Subimos la escalera, le dije que se iba a sentar en su cama y me desafiaba nuevamente con el pechito de palona caminado hacia la puerta, que estaba bloqueada por mi osamenta queriendo salir del cuarto.

Me bajé en altura y mirandola a los ojos le dije:
-Estas castigada, por no saber esperar y por TODO este berrinche. Te vas a quedar en este cuarto hasta que yo te diga y te venga a buscar.
-Pero yo ya penseeee me quiero ir.
-No lo decidis vos, estas castigada (y voli a repetir mi frase).
Mientas giraba sobre mis talones y me iba por el pasillo dejando la puierta de su cuarto abierta.

Bajé, me sente frente a la compu, tratando de bajar mi "mostaza".
Luego de unos minutos de llanto furioso, vino la calma.

Durmió una siesta reparadora. Se levantó como si nada y se volvio a acostar. Hoy era el cascabel de siempre.

Mi madre me lo dijo por teléfono, más tarde: Es así hija, poner límites a veces duelen más a uno que a ellos. No le va a pasar nada.

Y tenía toda la razón...


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